Antes de estudiar a los murciélagos, Enrique se dedicó a investigar a los ratones y tuvo la suerte de descubrir una especie nueva para la ciencia: el ratón de monte.
Enrique fue a 2 escuelas: una en Brazo Oriental y otra en el Prado. También pasó por varios liceos públicos antes de hacer el curso de Comunicación Social de UTU. En 1995 fundó la ONG Vida Silvestre Uruguay. Ahora, además de ser el encargado de mamíferos en el Museo Nacional de Historia Natural, es alumno de Museología en la Facultad de Humanidades.
— ¿No tenías claro qué querías hacer?
— Cuando era chico pensaba que quería estudiar Veterinaria, pero porque no sabía que existía una profesión que se dedicaba a estudiar la vida de los animales. Desde chico participé en una ONG ambientalista. Un día fui al Centro de Estudios de Ciencias Naturales, que se dedica a la exploración geográfica, y a partir de ahí empecé a salir de campamento con ellos por todo el interior. Hacíamos muchas excursiones. En 1992 empecé a colaborar con el Museo Nacional de Historia Natural.
— ¿Cómo surgen las investigaciones que se hacen acá?
— Surgen por proyectos. Por ejemplo, pasan cosas como esta: una revista internacional quiere publicar un libro sobre el lobo de río en América. Nosotros nos contactamos y les decimos que queremos escribir el capítulo sobre el lobo de río en Uruguay. Mandamos el artículo y ellos lo publican.
Cuando era niño, Enrique veraneaba con su abuela, que tenía una casa entre Piriápolis y Pueblo Obrero. Mientras todos se iban a la playa, a él le gustaba ir al monte y traerse bichos para la casa. Traía culebras, huevos de pájaro y demás. Su casa parecía un pequeño museo, que mantenía con la ayuda de su hermano. Ahora, en el Prado, solo tiene perros, gatos y dos gallinas ponedoras.